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lunes, 31 de enero de 2022

Reapareció la China Suárez en Madrid junto a su nuevo novio

La actriz está en Europa junto a Armando Mena Navareño

La China Suárez decidió cortar con las redes sociales y desapareció del asedio mediático.

Después de un inicio de año complicado, la actriz de 29 años viajó a Madrid junto a sus tres hijos, Amancio, Magnolia y Rufina para disfrutar del frío europeo y del reencuentro con su nuevo novio Armando Mena Navareño.

Aunque no compartió imágenes del reencuentro, desde la página Chusmeteando encontraron a la China Suárez por la noche madrileña.

Tal como publicaron desde la cuenta de Instagram, la ex de Benjamín Vicuña apareció en un bar, Panda Club, donde un amigo de su novio subió un foto. En la imagen aparece etiquetada la actriz, quien habría sido la autora de esa postal.


Te contamos cómo es la experiencia de comer en Choto, el restaurante del argentino Fabio Alberti

Radicado desde hace tres años en Uruguay, el comediante y actor recibe a comensales en su casa ubicada cerca de Pueblo Edén, en el departamento de Maldonado.

En una parte de la charla, Fabio Alberti dice que parte del atractivo de ir hasta Choto a comer es, además de lo estrictamente gastronómico, vivir una "experiencia". Buena parte de esa experiencia es llegar hasta ahí. Choto queda en el medio del campo.

En otro momento de la conversación, Alberti habla de las relaciones que ha establecido con sus vecinos y señala en diferentes direcciones para marcar cuando se refiere a tal o cual vecino. Si uno sigue las indicaciones de sus brazos y mira en la dirección que él señala, lo que se ve es campo. Habrá que creerle que en esa dirección vive alguien, porque lo que es ver…

Hace tres años que Alberti reside en ese lugar, a unos kilómetros de Pueblo Edén en el departamento de Maldonado. Ya tiene el speech con las indicaciones para llegar ahí grabado a fuego en su memoria. Cuando lo contactan a través de Instagram (@choto.uy) para hacer reservas en Choto, él manda cuatro o cinco audios -siempre en determinado orden, para facilitar la tarea de guiarse por ellos- que ofician de GPS para los ávidos de llegar hasta el ¿restaurante? Bueno, no es tan así. Otra parte de la experiencia es que uno va a comer a la casa de Alberti. Literalmente.

«No tengo nada preparado 'de restaurante' como para mostrar", dice medio lamentándose cuando arribamos y el fotógrafo empieza a ojear posibles ángulos y tomas.

Hará tres años que Alberti y su pareja viven ahí —con dos perras, un gato y dos ovejas— pero hace 17 que él compró esa propiedad. Antes, iba y venía de Buenos Aires a Choto, pero llegó un momento en el cual "la ciudad" —no Buenos Aires específicamente, sino el concepto de ciudad— lo hartó. Y se mudó definitivamente a ese páramo, donde el silencio es rey y los súbditos —pájaros, chicharras, perros, ranas— se rebelan cada tanto con sus sonidos.

En la parte de atrás de la casa hay una mesa que podría servir como definición de la palabra "rústica", unos taburetes y una parrilla de medianas dimensiones. Ahí, en ese lugar, funciona Choto para grupos de dos hasta 20 personas. Cuando se trata de grupos tan numerosos, le pide ayuda a alguno de esos vecinos que no se ven cuando se otea en cualquier dirección desde su casa.

Pero si no, él se encarga de todo: hace las compras, cocina, sirve la comida y cuando ya todos están más o menos servidos, conversa con quienes deseen conversar. Últimamente, sin embargo, empezó a incorporar aportes ajenos. Por ejemplo, conoció a un vecino que hace helados artesanales y le compra. "Helado de remolacha, de salvia, de avellanas… Sabores que no son los más comunes", comenta.

A menudo, quienes emprenden el empedrado y agreste camino hacia el lugar lo hacen por la cholulez de ir a comer a la casa del comediante y actor. Pero también llegan por esa experiencia de la que el anfitrión habla.

¿Qué menú ofrece? Nunca se sabe de antemano. Puede ser un plato cuyo componente principal sea carne de chivo. "¿En qué otro lugar vas a comer carne de chivo?", pregunta retóricamente. Puede ser una ensalada con un montón de texturas y sabores diferentes y antes puede haber una picada con cuatro o cinco tipos de panes caseros, hummus, paté de berenjena, queso camembert hecho por él, un poco de bondiola…

Puede ser casi que cualquier cosa, y quienes llegan nunca saben con qué se van a encontrar. Lo único que Alberti tiene en cuenta es si hay, por ejemplo, algún vegetariano en la comitiva.

Hay, sin embargo, dos constantes en sus menúes. En primer lugar, se trata de porciones abundantes. Nada de platos grandes con microporciones presentadas como si se trataran de obritas de arte conceptual. Además, ya parece saber cuánto puede comer alguien. "A menudo pasa, cuando estoy retirando un plato, que me dicen 'fua, no doy más'. Mentira. Le traigo el otro plato y cuando lo voy a buscar, está vacío", cuenta y agrega que la gente siempre se va contenta. "Eso es importante también".

La segunda constante en su filosofía gastronómica es que los platos no sean estrafalarios. Le gusta la frase "menos es más", pero tampoco es afecto a lo poco pensado o cuidado. Siempre que prepara algo intenta darle un toque distinto, para realzar ese plato. "No quiero tapar lo que hago abajo de un montón de cosas, pero tampoco servir algo así nomás".
Alberti no tiene formación de chef o cocinero. Es autodidacta y cocinar es una pasión que él cultiva desde la adolescencia. Dice que ya en esa época le gustaba invitar a casa a sus amigos a comer mousse de chocolate. "Siempre cociné. Para mí, para mi familia, para mis hijos".

Los aprendizajes fueron como los de todos los autodidactas: preguntando, buscando, leyendo, prestando atención. Hoy puede cocinar una gran variedad de platos, aunque tenga preferencia por lo que se entiende por comida más o menos "casera". Pero, también, como todos los autodidactas, es curioso. Hace poco se interesó por algunos platos y bocados de la vasta cocina china y puso manos a la obra para aprender cómo se preparan tales o cuales comidas. "Carne de res con salsa de ostras, ponele. Es riquísimo. Nunca lo había hecho. Otro ejemplo: a mí me gusta hacer empanadas caseras y el otro día me puse a hacer giosas (o gyozas, una especie de empanaditas de origen chino también muy populares en Japón, rellenas de carne y verduras al vapor). Hice 47. Nunca más. Tenés que ser chino para hacer ese repulgue y que te salga igual. Obvio que a mí no me salieron así, pero quedaron muy ricas. Las puse en el freezer y cuando no tengo nada preparado, sacamos unas y listo".

Lo más importante, añade, es hacer comida que le guste comer a él, y que disfrute a la hora de prepararla. No quiere ser esclavo de la cocina, ni estresarse. Tiene que ser una actividad que le dé placer.

Con tantos años de aprendizajes, ¿tiene algún consejo para dar a quien, como él, quiera empezar a aprender a cocinar? "Que nunca inviten a nadie a comer sin haber hecho primero el plato y comprobar que queda bien. Una vez leí eso y me quedó. Nunca hiciste un risotto, por ejemplo, y decís 'voy a invitar a mis amigos a comer un risotto'. Error. Primero hacelo, fijate cómo te sale y recién después invitá. Igual, yo no soy un chef ni un cocinero, ni quiero serlo. Hago esto porque me gusta recibir, ser anfitrión. A veces viene gente que llega al mediodía y se va a las 10 de la noche. Nos quedamos charlando, escuchando música, tomando vino…"

La experiencia de Choto sale actualmente $ 2.200 por persona, con todo incluido, desde la entrada hasta el postre y la bebida, que puede ser una limonada, agua o vino. Alberti no quiere incluir bebidas gasificadas en su oferta. En términos generales, se resiste a lo industrial y convencional. Prefiere que todo sea lo más natural y artesanal posible y que la mayor parte de la materia prima para cocinar provenga de su entorno más inmediato.

"Es raro lo que hago. No creo que haya un restaurante que tenga canilla libre de vino tinto. Puede pasar que por distintas razones —tienen que manejar, tienen hijos y no se pueden quedar tanto— no tomen mucho o directamente no tomen nada. Pero a veces pueden tomarse hasta ocho botellas, como ayer. Y bueno, ta. Ta bien", dice con una sonrisa.

—Hace años que estabas viniendo y hace tres que te radicaste definitivamente en Uruguay. ¿Qué cosas son las que más te gustan de este país?

—Todo. Los paisajes, la gente, las playas… Soy feliz acá.

—¿No extrañás?

-No. Me sorprendo a mí mismo y me pregunto: "¿No extraño nada?" O sea, sí me gusta ver a amigos y afectos pero en algún momento, cuando pase todo esto de la pandemia, pueden venir a verme. Yo me vine para alejarme de la ciudad; acá aprendo a ordeñar una vaca, a hacer queso… Además, con el tiempo, me fui haciendo una vida social, conociendo vecinos, haciendo amigos… Y tampoco estoy aislado del mundo. En media hora, si quiero, puedo estar en la playa o en un shopping.

Difícil imaginárselo en un shopping actualmente. Más bien, la impresión es que solo se aventura fuera de Choto cuando no le queda otra opción. En esas cinco hectáreas parece haber encontrado su lugar en el mundo.


Susana Giménez revolucionó Maldonado durante la grabación de una publicidad

La diva grabó escenas a lo largo de todo el día en la capital fernandina y accedió a decenas de selfies y saludos de los fans. Recibió un regalo de los comerciantes de la zona.



Susana Giménez está instalada en Uruguay desde mediados de 2020 acompañada de su hermano Patricio y su hija Mercedes Sarrabayrouse. En su residencia La Mary, la diva disfruta del día a día de cercanía con la naturaleza y de su perros.


Las salidas de la diva han sido contadas, por lo que días atrás llamó la atención su presencia en la ciudad de Maldonado. Giménez participó de un rodaje prácticamente todo el día y fue receptiva a decenas de pedidos de selfies y saludos.


Completamente vestida de rojo, Giménez grabó en un local en el centro de la capital fernandina y el lugar fue rodeado de fanáticos y curiosos. Sobre el final de la jornada, un grupo de comerciantes de la zona le acercó un ramo de rosas, lo que ella agradeció y hasta le indicó a su hermano Patricio que pusiera las flores en agua para conservarlas.


La pieza publicitaria en cuestión será parte de una campaña de una red de cobranza uruguaya y saldrá al aire en los próximos días.

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viernes, 28 de enero de 2022

El Anfiteatro de parque Centenario se prepara para el Trance Park City


El Anfiteatro de parque Centenario se prepara para el Trance Park City, un evento especial para toda la familia

Este domingo se reunen varias Crews para brindar una tarde especial al aire libre ,en familia y con lo mejor que tenemos «La musica» , evento sin cargo y apto todo publico el anfiteatro del parque centenario 19hs .

El ministerio de cultura a través de la dirección General de Música invita a participar a la comunidad de un atardecer a plena música electrónica manteniendo los cuidados y las medidas de prevención sanitaria. Este domingo a las 19hs. el anfiteatro de Parque Centenario abre sus puertas para formar parte de una crew de música electrónica liderado por cuatro DJ.

Cuatro sets en los que compartirán bandeja Lucas Morici, Nicolás Culota, Psycodriver y Ezequiel Lovera. Defendiendo la cultura del underground electrónico las productoras Anonymous Party, Psydruck, Trance Room, Pami y Cultura under Electrónica se unen para brindar un espectáculo con los mejores exponentes de cada Crew.

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Lizi Tagliani cuenta los motivos de su inesperada separación con Leo Alturria


Lizy Tagliani anunció su separación de Leo Alturria. Mediante un comunicado en sus redes sociales, la conductora dio la noticia que dejó sorprendido a todos.

«Buen día, nunca uno sabe cuando es el momento de contarlo, son costos de esto de ser conocida, con @leoalturria hace dos meses casi que ya no somos novios, nos queremos muchos y seguimos juntos como amigos. Es una persona que quiero mucho y fuimos muy felices en pareja y seguiremos siendo felices como amigos si dios quiere. Fueron años de mucho amor, no tengo nada más para decir solo que fue una hermosa historia de amor, que continuará de otra forma el amor mutó pero aun sigue siendo sólido. El no es muy partidario de que cuente pero yo no me aguanto porque ustedes fueron parte, y además para que me escriban solteros jajjajajajjaja», escribió Lizy Tagliani en sus redes sociales.

En dicha publicación se puede ver a la ex pareja en su último viaje a Europa, en donde Lizy Tagliani acompañó a Marley en el programa «Por el Mundo».

Por su parte, Leo Alturria se hizo eco del anuncio de Lizy Tagliani y comentó la publicación: «Sos terrible, te van a escribir no lo dudes. Yo también compartí con vos muchas cosas, conocí mucha gente, tus amistades y que ahora son los míos también, eso no va a cambiar en nada. Lo que vivimos y el tiempo que duró fue hermoso, nos amamos y nos disfrutamos sin miedos. Uno no le pone fin a las cosas de la vida porque si, se van dando y muchas veces se termina bien, charlando y comprendiendo las cosas. Agradecido por todo por tu amor, tu confianza. Pero ahora te miraré con ojos de amigos. Te quiero.

La historia de amor de Lizy Tagliani y Leo Alturria

Lizy Tagliani y Leo Alturria se conocieron en los pasillos de Telefé cuando en abril del 2019, él participó del ciclo Minuto para ganar, conducido por Marley y Noelia Marzol. Meses más tarde, la actriz lo presentó oficialmente en el living de Susana Giménez, en donde hablaron de todos sus proyectos como pareja.
En 2021, la ex pareja anunció su compromiso y lo presumieron en las redes sociales. Tiempo después, Lizy Tagliani y Leo Alturria expresaron en una entrevista sus emociones ante el deseo de ser padres. Sin embargo, ella en diálogo con Susana Roccasalvo, contó que la maternidad no le seduce y enumeró los motivos por los que no traería un hijo al mundo. “No es una necesidad que tenga, nunca la tuve”, arrancó Tagliani, que remarcó: “Pero, como te digo, si hay un nene y la opción soy yo, es como que sí, obvio. No lo dudaría y trataría de hacer las cosas lo mejor posible”.

«Lo que pasa es que no tengo capacidad para poner límites. No sé”. “Algo criado por mí sería lo peor que le puede pasar a este mundo”, soltó, sincera.

A modo de comparación, Lizy Tagliani señaló que, como le cuesta mucho criar a sus perros, se ve incapaz de tener un hijo. “No quiero compararlo con mis perros, pero yo a mis perros no les puedo decir a nada que no, entonces no podría. Que se encargue Leo de última”, sentenció.

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Argentina le ganó 2-1 a Chile con un golazó de Di María


Ya clasificada al Mundial, la Argentina mostró recursos habituales y otros novedosos en el triunfo por 2-1 en Calama

El fuego se apagó con juego. La selección argentina, sin necesidad de ofrecer una masterclass, tiró de oficio, espíritu y recursos que tenía en el armario para sacar adelante la difícil empresa de ganarle a un rival ante el que suele sufrir. Lo logró además en un escenario incómodo, cargado de algunos elementos extra futbolísticos más propios del fútbol pretérito. Y así, exprimiendo hasta el final la escasez del aire en la altura, venció a Chile de visitante y agregó una tilde verde a este momento especial de su historia moderna, que ahora encadena un invicto de 28 partidos. Una manera óptima de empezar el año del Mundial. Y además, en toda la noche, una presencia destacó por lo saludable y novedosa. La de Lisandro Martínez, el central zurdo, llamado a ocupar el lugar del lesionado Cuti Romero.

El cabezazo de un futbolista inglés en el desierto de Calama fue la curiosa combinación que cortó una larga racha: la selección llevaba más de seis partidos sin recibir goles en las Eliminatorias (desde el 3-1 a Venezuela en Caracas, en septiembre). Y la marca se terminó con una fórmula tan antigua como vigente: un centro cruzado –lanzado por el talentoso Marcelino Núñez– a favor de la altura de un delantero –el mentado Ben Brereton, 22 años, futbolista del Blackburn Rovers, de la segunda división inglesa, que llegó a la Roja por la inquietud de un aficionado que descubrió su doble nacionalidad y alertó a los dirigentes– y en contra del retroceso de Nahuel Molina, que ni siquiera logró molestar a su rival.

El tanto no le hacía gracia a lo que el fútbol reduce al término “merecimientos”, una entelequia: la Argentina había construido sus cimientos a partir del golazo de Di María –un zurdazo prototípico suyo, entrando de derecha al centro, como había dibujado ante Uruguay en Montevideo en noviembre- y la prevalencia en la mitad de la cancha. Paredes era el bastonero de siempre, De Paul aportaba despliegue y Papu Gómez, el tercer elemento en el medio, ofrecía calma, pase y sacrificio en el vértigo de una noche caliente. El árbitro, el brasileño Anderson Daronco, estaba empecinado en guardar su tarjeta amarilla, una morosidad que los locales aprovecharon en toda la etapa inicial: recibieron apenas una amonestación, pese a las diez faltas cometidas.

Esa fiereza chilena era, tal vez, una continuidad de la pesadez de las horas previas al partido, a la que Dibu Martínez había contribuido con ironías en redes sociales por la demora en los trámites migratorios al llegar a Calama –no es la primera vez que este excelente arquero no corresponde con sus comportamientos sus virtudes en la cancha–, lo que llegó a despertar la reacción también exagerada de un ministro del gobierno nacional de Chile… Un corte de agua en el hotel donde se alojó la selección y duró cuatro horas alimentó un clima innecesariamente tenso. Chile, urgida de puntos para mantener en pie su ilusión mundialista, llevó el partido a un estadio pequeño –el “Zorros del Desierto” albergó 8 mil espectadores– en una ciudad enclavada a 2200 metros sobre el nivel del mar, en la que la Argentina nunca había jugado. Recursos lícitos, claro, pero que en este nivel no resultan generalmente decisivos.


Sin Messi, espectador en la madrugada parisina, la selección debía dar la prueba de jugar sin él y también la de mostrar músculo y hambre, a pesar de tener el boleto a Qatar abrochado. Y en ese apartado no hubo casilleros sin completar: de principio a fin el equipo mostró la actitud que se espera en un partido que involucre a la camiseta que defiende este plantel. Claro, no podía esperarse que alguien tomara la posta del 10 en la cancha –curiosamente el número lo llevó Ángel Correa, que arrancó la noche como suplente–. Scaloni, que tuvo que seguir el partido también por TV, en Ezeiza, pensó un juego coral, con un esquema 4-3-3 en el que Lautaro Martínez era el vértice más adelantado. Justamente el delantero de Inter fue rápido para tomar un rebote largo, mal dado por Claudio Bravo, para estampar el gol del 2-1 tras un remate de De Paul a la salida de una transición rápida y mal defendida por los locales. La escena siguió con una curiosidad: el propio Bravo pidió el cambio, afectado físicamente.

Cuando Argentina lograba conectar tres pases seguidos, Chile sufría. Sin Arturo Vidal, el peso recaía en el movedizo Alexis Sánchez, el más local de todos, entusiasta mientras le dieron las fuerzas. La selección alternaba el toque corto y de primera con algunos envíos largos para explotar la velocidad de Nicolás González, en general ganador en el mano a mano con Paulo Díaz. Ya en el segundo tiempo, esa sensación de superioridad visitante tuvo un corrimiento: sin ceder la intención de jugar, el equipo se retrasó unos metros ante el apuro chileno. Entonces, el juego entró en una dimensión esperable: Argentina sabía que su mayor calidad técnica podía facturar ante la primera ocasión propicia, mientras el uruguayo Lasarte hacía cambios para reforzar el ataque local.

Finalmente, el escenario con Lisandro Martínez en la cancha. El cambio tuvo el efecto de correr a Otamendi como primer central, y entonces ambos disfrutaron de jugar en su perfil natural. El caso de Martínez es una nota a tomar con resaltador en el cuaderno de Scaloni: desde el inicio mostró valentía para jugar el primer pase con decisión, en general hacia adelante, lo que generaba una acción ofensiva desde la defensa. Vale porque es un recurso escaso en general. A los 24 años, asentado en Ajax, el futbolista formado en Newell’s puede darle un salto de calidad al equipo, no solo en caso de una necesidad como la de este partido. Que Argentina terminó de ganar, al final, pese al lógico sofocón final que repelió la otra figura de la noche: Dibu Martínez.

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Te contamos por qué se divorciaron Juana Viale y Gonzalo Valenzuela y qué fue lo que más le dolió a él


Gonzalo Valenzuela desembarcó en Argentina a principios de la década del 2000, en compañía de su amigo Benjamín Vicuña. Rápidamente conquistó los medios y protagonizó diversas producciones en la pantalla chica, el teatro y el cine y así su nombre adquirió notoriedad.

En esa estadía en el país, el chileno construyó una historia de amor preciosa con Juana Viale, con quien activó una pareja allá por 2005, cuando ambos eran muy jóvenes. La pareja creció a la par, compartieron todo tipo de experiencias, de la más diversa índole, como convertirse en padres y también surfear grandes crisis.

En definitiva, Gonzalo y la nieta de Mirtha Legrand agigantaron su familia y así trajeron a este mundo a Silvestre, que hoy tiene 13 años, y Alí, de 9. Además, en 2011, Valenzuela y Viale caminaron por una de las experiencias más complejas que puede existir.

Juanita estaba embarazada, con 36 semanas de gestación, y presintió que algo andaba mal con el bebé. Así se dirigieron a la clínica Trinidad de Palermo, donde le recomendaron una cesárea de urgencia. Lamentablemente, el pequeño Ringo no pudo superar el trance y falleció durante el parto.

Con valentía, y tratando de ponderar el amor, Juana y Manguera continuaron en pareja y apostaron a buscar otro retoño más. Así en 2012 brilló sus días con el nacimiento de Alí, el más pequeño de los tres herederos de esta binomio amoroso tan mediático.

No obstante, algo brotó de las entrañas de esa casa, de esa dinámica familiar. Cuando la nieta de Mirtha transitaba por los seis meses de embarazo cayó en las lentes de los paparazzis en una situación muy álgida. Las fotos se viralizaron con fuerza porque retrataban una relación clandestina con Martín Lousteau.

Las imágenes del interior de una camioneta, donde Viale y el economista se fundían en besos y abrazos hicieron mella en Valenzuela. Una herida tremenda, que nunca pudo sanar del todo. A pesar de semejante escándalo, el chileno continuó al lado de Juanita.

Hasta que en 2013 se produjo la separación definitiva, los dos entendieron que el sentimiento se había esfumado, que los errores de los comportamientos rompieron la confianza y así se sumergieron en caminos diferentes. Más allá de la infidelidad, Gonzalo nunca le perdonó otro accionar a Viale.

Según revelaron fuentes a MDZ, el verdadero motivo del divorcio se centró en una actitud polémica, y repudiable, de Juanita con respecto a la crianza de los niños. En una tensa discusión, Gonzalo le gritó a Viale: «Odio que no me dejes compartir todos los días de mi vida con mis hijos».

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