Actualmente es » la reina que viste de Zara» pero en el pasado era una joven plebeya latinoamericana que residía en Estados Unidos.
Máxima Zorreguieta Cerruti nació en Buenos Aires el 17 de marzo de 1971, creció en el barrio porteño de Recoleta.
Su padre, José Zorreguieta, fue el secretario de Agricultura y Ganadería durante los años del proceso militar, lo que le produjo ciertos inconvenientes a la reina consorte en la corte Holandesa.
Máxima es la mayor de cuatro hermanos, tuvieron una infancia feliz, de pequeña era bastante parlanchina y revoltosa. Era aficionada a la repostería y el esquí.
Su madre, Maria del Carmen Cerruti Carricart, solía controlar su alimentación y obligarle a realizar deportes para que no subiera de peso. Está situación llevó a Máxima y sus hermanas a padecer anorexia.
Con el correr del tiempo, se destacó su brillante carrera en el campo de la economía. Se recibió en la Universidad Católica Argentina.
La reina Máxima fue profesora de inglés y matemáticas de niños y adultos, pero el verdadero éxito de su carrera llego cuando se mudó a Nueva York para ser Vicepresidente del Departamento de Ventas Instituciones en América Latina del HSBC James Capel Inc.
En 1999 cambió su lugar de empleo al «Deutsche Bank», pero mantuvo su puesto de Vicepresidente del Departamento de Ventas Instituciones en América Latina.
Su historia de amor con el príncipe Guillermo Alejandro comenzó en la «Feria de Sevilla» en el año 1999, dónde una amiga en común los presentó.
Asistieron por separado y sin buscar el amor. Ella con 28 años, en ese entonces bailaba enfundada en un vestido de gitana. La bella ejecutiva no se percató de que el príncipe de Holanda la miraba embobado.
Cuando los presentaron enseguida comenzaron a conversar y se pusieron a bailar, ahí fue que se encendió la llama del amor.
Al principio mantuvieron su relación en secreto. Y cuando estuvieron seguros blanquearon su relación ante la entonces reina Beatriz, que aceptó a Máxima de inmediato.
Después de oficializar su relación con el príncipe, tuvo que aceptar varias responsabilidades, como familiarizarse y ponerse a tono con la cultura holandesa, las tradiciones y protocolos de la Casa Real, de la cuál sería miembro cuando se casara con Guillermo.
El pueblo Holandés la aceptó con alegría, siempre que la nombraban, eran puros elogios: ubicada, respetuosa del protocolo, humilde y transparente.
En 2002, tuvo lugar una vida de ensueño. El pueblo salió a las calles a celebrar con banderines y guirnaldas de color naranja.
Mientras tanto en Argentina, la boda se siguió paso a paso por los medios periodísticos, con la audiencia muy atenta a todos los detalles.
Durante la boda, los novios no paraban de sonreír y de cruzar miradas cómplices que desbordaban amor, incluso pasaron un poco por alto el protocolo.
Cuando llegó el momento del clásico «puede besar a la novia», sellaron su amor, no solo con un beso, sino con varios. Haciendo notar el estilo de los mandatarios, su calidez, espontaneidad y transparencia.
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