Como cada verano, Martín Cabrales se refugia en Punta del Este para descansar durante una buena parte de enero. Luego, viaja a Mar del Plata, donde combina vacaciones y trabajo, antes de retornar a la Ciudad. El empresario se desempeña como vicepresidente de Cabrales SA y de Bodegas Norton; es integrante de la Mesa del Comité Ejecutivo de la Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios (COPAL) y de la Unión Industrial Argentina (UIA); forma parte del Consejo de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires y, además, es vicepresidente de la Cámara Argentina del Café.
— ¿Pudo hablar con los empresarios argentinos que se instalaron en Uruguay? ¿Se imagina siguiendo sus pasos?
— Sí, pude hablar con algunos y, cada vez que un empresario se va de Argentina, me da mucha pena. Cuantitativamente, tal vez no son muchos, pero cualitativamente es un número muy significativo porque son empresarios muy grandes, importantes y exitosos. No se quisieron ir: se sintieron ahogados por la presión tributaria. Por eso, dentro del plan que deber tener la Argentina hay que atraer capitales para que vuelvan, no solo los capitales internacionales, sino también los argentinos. Tenemos que confiar en nuestro país y, para eso, se necesita una moneda que, hoy en día, no la tenemos, ni creemos en ella. No pienso irme del país porque mi fábrica está en Argentina, es una empresa familiar, acaba de cumplir 80 años y estoy arraigado, pero siempre existe la posibilidad de desarrollar negocios afuera. Uno siempre lo piensa. Desde ya, una de las necesidades es la importación. También, podría tener negocios en otro país, pero irme como empresa o como persona, pienso que no. Pero entiendo a los que se van. No los juzgo porque los entiendo.
— ¿Qué panorama ve para la Argentina en 2022?
— No va a ser un año fácil… No vienen años fáciles en el mundo y en Argentina especialmente, porque vivimos sumergidos en una crisis de la cual todavía no hemos salido. Hay un crecimiento, un rebote en la economía… Y el desafío es transformarlo en un crecimiento constante y sostenido en el tiempo.
— ¿Cuáles medidas considera que son prioritarias?
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– La primera es no gastar más de lo que se recauda. Necesitamos una política de incentivos para la inversión y la producción. Hay que tener como meta la generación de empleo para salir de los planes. En eso, los sindicatos también son puentes que ayudan a la generación de empleo.
En esa mesa, donde nos tenemos que poner todos de acuerdo, no puede faltar esa pata. Tiene que estar la parte empresarial, el Gobierno, la oposición y, obviamente, los sindicatos.
—¿Por qué es importante que la Argentina salga del empleo informal?
— La pandemia nos dejó como lección la importancia del empleo formal. Las personas que estaban en la informalidad, o los cuentapropistas, dependían solo de la ayuda del Estado. Los demás, cobraban su sueldo. Por eso, es fundamental salir de la informalidad y de un país de planes. De todos modos, hoy los planes son necesarios en la urgencia y en la inmediatez, porque esto tiene que ser paulatino.
Los próximos años no van a ser fáciles, pero no los veo imposibles en la medida que se tenga un horizonte claro, que haya certezas: un plan y políticas de Estado en las que uno sabe que, aunque cambien los Gobiernos, se va a seguir trabajando en el mismo rumbo. No puede ser que un Gobierno llegue y cambie todo lo que hizo el anterior. Siempre pasa lo mismo. Por eso, el diálogo y los puentes entre el Gobierno y la oposición son importantes.
La pandemia nos ha mostrado lo frágiles que somos: la necesidad del otro, que uno no se salva solo y la necesidad de tener una economía formal y fuerte para no vivir del asistencialismo. Es importante la intervención del Estado, pero en la urgencia y en lo inmediato. Después, somos nosotros -los empresarios- los que tenemos que crear la riqueza para combatir a la pobreza.
Durante la pandemia hubo que reestructurar, porque aparecieron nuevos canales de ventas y el trabajo a distancia pero, sobre todo a nivel humano, se notó la necesidad que uno tiene del otro: uno solo no se salva. Por eso, es importante que a todos los argentinos nos vaya bien, porque uno no puede crecer en un país donde al que está al lado le va mal o pasa hambre.
Argentina tiene una gran oportunidad porque es un país productor de alimentos con valor agregado y el mundo requiere cada vez más de esos alimentos. Entonces, tiene la gran posibilidad de exportar, pero los gobiernos tienen que tener políticas de Estado a mediano y largo plazo, donde se contemple permanentemente el crecimiento, el trabajo y la producción.
No hay que diferenciar entre multinacionales, empresas grandes, medianas y chicas, porque hay muchos problemas que son transversales y para todos. Hay que tener en cuenta que, en la cadena de valor, las empresas grandes les dan trabajo a las PyMES. No importa el tamaño de la empresa: todas crean fuentes de trabajo y riqueza. Lo primero que tiene que hacer un empresario es crear riqueza para combatir a la pobreza, dar empleo digno, pagar buenos sueldos, pagar los impuestos, los proveedores… Permanentemente, tiene que estar generando valor.
— ¿Qué opina sobre los controles de precios?
— Los controles de precios son medidas que sirven para la urgencia, para la emergencia… Pero deben ser cortoplacistas y no perdurar en el tiempo. Tiene que existir una política de incentivos, tanto para la producción como para la inversión. La meta de los argentinos es pasar del asistencialismo al pleno empleo y no importa de qué Gobierno estemos hablando. Los argentinos tenemos que salir de un país de planes a uno de pleno empleo y producción.
Para eso, se necesitan incentivos y un plan económico hecho para la Argentina. No tenemos que importar planes económicos de afuera, ni tampoco que nos impongan uno: lo tenemos que armar nosotros y tiene que ser inclusivo, tanto en la producción como en la creación de empleo, y en la atracción de capitales de inversiones.
La política macroeconómica debe ser la conductora de un enfoque antinflacionario: tiene que haber una política fiscal de cuánto se gasta y cuánto se recauda. La política monetaria, junto a la política de ingresos del sector público, son la clave para bajar la inflación. Uno de los grandes problemas y de los males endémicos que tenemos los argentinos es la inflación que, salvo en los 90, en la época del ex Presidente, Carlos Menem, hemos vivido siempre con ella… Pero un país con estos niveles se hace muy difícil que tenga crecimiento y una proyección, es decir, que los empresarios podamos proyectar a mediano y a largo plazo.
— ¿Por qué no hay un plan económico?
— Tendría que haberlo y eso involucra tanto al Gobierno como a la oposición. Cualquier país serio y con proyección de crecimiento tiene que tener un plan económico. Después, se pueden discutir los matices o los cómo.. pero justamente, los argentinos necesitamos vivir en la certeza. Estamos acostumbrados a vivir en la incertidumbre, a no saber qué viene mañana… Por eso, un plan nos daría esa certeza y nos traería tranquilidad a todos.
¿Qué pasará con el acuerdo con el FMI?
— Es necesario cerrar con el FMI y, para poder hacerlo, se requiere la participación del Gobierno y de la oposición. Es necesario que se reúnan y que existan políticas de Estado. Lo que nos hace mal a los argentinos es, tanto la demagogia de la izquierda, como la de la derecha. No tenemos que vivir en los extremos, tenemos que buscar puntos en común, coincidencias y tener políticas de Estado que trasciendan los gobiernos, y que nos permitan crecer, proyectar y armar planes de negocios e inversiones a mediano y largo plazo.
Vivimos siempre en la coyuntura y se nos hace muy difícil proyectarnos en el mediano y largo plazo, o pensar en políticas de futuro, porque siempre estamos resolviendo lo urgente y lo inmediato cuando muchas veces lo importante es pensar y proyectar el país que queremos. Para eso, los argentinos necesitamos estar unidos y, por eso, estoy en contra tanto de los extremos de izquierda como de los de derecha. Tenemos que buscar puntos en común y coincidencias para tender puentes
El arreglo con el FMI no nos va a resolver todos los problemas, pero es el punto de inicio para presentar un plan económico en el que el Gobierno y la oposición se pongan de acuerdo, y que exista una política de Estado en varios puntos fundamentales.
Es muy importante porque es un tema de Estado, porque el que contrae la deuda es el país con el Fondo Monetario Internacional, que representa a muchísimo Estados. Por eso, tiene que ser una política que no sea de este Gobierno. Uno cuando asume una deuda tiene que cumplirla: tiene que honrar sus obligaciones. No se puede tomar el compromiso de tomar plata y después no devolverla.
Entiendo la negociación y que al Fondo hay que llevarle un plan de crecimiento. No hablo de un plan de ajuste, sino de un plan de crecimiento y que fomente la inversión, la creación de empleo y la producción. Pero se puede lograr sin estar aislados del mundo. El primer paso sería un arreglo con el FMI, pero no es la única solución: no van a llover dólares por arreglar con el Fondo, porque eso forma parte de un programa económico y no es lo único, pero sí es importante y creo que sería un buen principio.
— Si hablara hoy con el Presidente, Alberto Fernández, ¿qué le diría?
— Le pediría lo mismo que a cada uno de los funcionarios con los que hablo: que se manejen con el diálogo, que dejen de lado los egoísmos partidarios y que el Presidente de turno es el presidente de todos los argentinos. Entonces, tiene que pensar en todos los argentinos.
La única forma que tiene un país para crecer es a través del trabajo genuino y los empresarios somos parte de la solución del problema. En este proceso y, en lo que viene, todos vamos a tener que hacer sacrificios… y el Estado también. Pero claro, el Estado y los gobernantes tienen que dar el ejemplo.
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