Se cumplen este miércoles 20 años de la boda de los reyes de Holanda, pero las tensiones que precedieron al enlace amenazaron incluso la sucesión al trono del entonces príncipe
REYES DE LOS PAÍSES BAJOS
Veinte años del amor que casi arrebata el trono a Guillermo de Holanda
Se cumplen este miércoles 20 años de la boda de los reyes de Holanda, pero las tensiones que precedieron al enlace amenazaron incluso la sucesión al trono del entonces príncipe.
Las bodas reales no suelen estar exentas de polémicas. Pero la unión de Guillermo Alejandro y Máxima de Países Bajos, de la que este miércoles se cumplen veinte años, estuvo precedida de una de las controversias más dolorosas de las monarquías europeas. Esa treintañera nacida y educada en instituciones de alto nivel en Argentina, que se había labrado una carrera en el mundo de los negocios en Nueva York, se convirtió en un asunto de Estado neerlandés por los vínculos de su familia con la dictadura de Videla. Su padre fue vetado de llevarla al altar el 2 de febrero de 2002 y las lágrimas de Máxima durante esa ceremonia quedaron grabadas en la memoria colectiva de Países Bajos.
La Constitución neerlandesa da al Congreso y el Senado el papel de autorizar las bodas de los miembros de la familia real. Cuando quedó claro que el príncipe no estaba dispuesto a renunciar al amor de su vida y que el sector político no aprobaría esa boda si Máxima no renunciaba a la presencia de una de las personas más importantes de su vida, el controvertido Jorge Zorreguieta, todas las instituciones oficiales de Países Bajos se involucraron para minimizar el daño que podría provocar la sombra de la dictadura argentina en la imagen de la Casa Real de Países Bajos.
“No puede venir”. Fue la sentencia del entonces primer ministro Wim Kok. Esa frase quedó anotada por el diplomático Max van der Stoel durante un encuentro el 15 de enero de 2001 en el palacio de Noordeinde en La Haya. Kok le había comunicado esa condición a la entonces reina Beatriz y «Su Majestad estaba muy sorprendida». Pero el propio Guillermo Alejandro aprovechó el momento de tensión para anunciar que se iba a ir el fin de semana a Buenos Aires a pedir a su futuro suegro la mano de Máxima. Y eso tampoco hizo gracia a Beatriz, que no quería que hiciera ese viaje: «El Príncipe de Orange está enojado».
Máxima no estaba al tanto del viaje que Guillermo Alejandro planeaba hacer a Argentina para iniciar la trayectoria hacia su matrimonio. “El Príncipe de Orange quiere ir la próxima semana a Buenos Aires para pedirle la mano. Su Majestad no quiere. El Príncipe de Orange sí. Sorpresa para Máxima”, escribió Van der Stoel en sus anotaciones. Madre e hijo tuvieron una pequeña trifulca en la que quedó claro que si le daban a elegir, el príncipe no iba a renunciar al amor de su vida sino a la sucesión al trono.
Entre el amor y la Corona
La cadena pública BNNVARA emite estos días ‘Una boda de porcelana’, un documental con motivo del aniversario de la boda, que recoge por primera vez esas anotaciones de Van der Stoel, que fue encargado del Gobierno neerlandés para evitar que el suegro del príncipe acudiera a la boda por la polémica que suponía que hubiera sido secretario de Agricultura y Ganadería de 1976 a 1981 durante el régimen dictatorial de Jorge Rafael Videla. Máxima nació en 1971, por lo que era una niña esos años. “Le estoy agradecida, las consecuencias son incalculables”, le dijo la reina a Wim Kok al final de esa reunión.
Ella entendía las implicaciones que una visita de Zorreguieta tendría para la monarquía, pero también quedó claro que las intenciones del príncipe no eran un capricho. Van der Stoel se puso manos a la obra para llevar esos planes a buen puerto. Hubo reuniones en el palacio y la oficina del Gobierno, y viajes secretos al otro lado del Atlántico para llegar a acuerdos. El objetivo final era llegar a un punto intermedio que dejara satisfechos a todos. Una boda que no tuviera la aprobación de las Cámaras es una renuncia automática a los derechos de sucesión.
El 19 de enero, tras la reunión documentada en esas notas de Van der Stoel, hubo otro encuentro. La pareja acudió a la residencia oficial del primer ministro para discutir la situación. Esa misma mañana, el historiador neerlandés Michiel Baud fue convocado para presentar su informe con las conclusiones de una investigación sobre los años de Videla y la posición de Zorreguieta. Kok le pidió en secreto en el 2000 que investigara el papel del suegro argentino del príncipe heredero. «Encontré a un Guillermo Alejandro furioso y una Máxima llorando», dijo Baud. El historiador había concluido que era imposible que Zorreguieta no supiera sobre los crímenes de la dictadura.
El documental también arrojó luz sobre otro detalle interesante. Dos años antes, se realizó una investigación secreta sobre la vida de Jorge Zorreguieta. En agosto de 1999, cuando solo un par de personas sabían sobre Máxima, ya se elaboró un informe en el que se dejaba claro que él no había cometido crímenes de lesa humanidad, pero se le veía como «moralmente» responsable por los asesinatos de la dictadura. No se sabe quién encargó el informe, pero tiene siete páginas y los realizadores del documental lo encontraron en el archivo personal de Van der Stoel.
No está claro el papel que jugó ese informe en las negociaciones, pero el príncipe consideró que Baud estaba “equivocado” y contraatacó poniendo aún más tensión sobre el debate: ese mismo día, le propuso matrimonio a Máxima sobre el estanque congelado del palacio Huis ten Bosh, donde entonces vivían sus padres. Esa imagen, una de las más famosas de la pareja, aceleró un viaje de Van der Stoel a Nueva York, donde se encontró con Jorge Zorreguieta en una suite de hotel para hablar de su sombra sobre los futuros reyes de Países Bajos. Fue el 18 de febrero y el diplomático volvió a La Haya con las manos vacías. El suegro no estaba dispuesto a ceder.
Los esfuerzos volvieron a centrarse en poner a prueba el convencimiento del príncipe sobre aquella boda, pero esa táctica no funcionó: los planes iban en serio. El reverendo Carel ter Linden, confidente de la familia real y persona que bendijo la boda en la Iglesia Nueva de Ámsterdam hace veinte años, aseguró que Guillermo Alejandro estaba tan enamorado de Máxima que estaba dispuesto a renunciar a la realeza. Así que Van der Stoel hizo un último intento por convencer al suegro del príncipe en otra reunión en Sâo Paulo.
Zorreguieta no veía inicialmente eso de no acudir a la boda de su hija y no estaba convencido de que su ausencia fuera lo mejor para Máxima, pero, al final, la pareja le convenció de que era mejor que no acudiera. «Si mi presencia en tal ceremonia causara problemas políticos que afectaran el futuro de mi hija y su futuro esposo, estaría dispuesto a ausentarme de ese evento». Así lo comunicó, por fax y de forma escueta. Y solo entonces, cuando aceptó no asistir, el Gobierno autorizó la boda. Máxima acabó casándose sin la presencia de ninguno de sus padres. Ambos siguieron la ceremonia desde un hotel en Londres, como tantos millones de telespectadores.
Una familia feliz
El matrimonio estuvo precedido por una intensa polémica, pero desde ese apasionado beso en el balcón del palacio ante la mirada del mundo para celebrar que habían logrado darse el ‘sí quiero’, la pareja se ha mostrado siempre radiante en público, intercambiándose miradas de complicidad. Los neerlandeses también tienen la impresión de que son un matrimonio feliz. El rey ya dijo que Máxima «lo significa todo» para él y afirmó que es su «felicidad, todo se lo debe a ella, pero ella también es su amiga». Palabras que ella también correspondió, confirmando lo importante que es para ella.
Pero esta historia no fue un amor a primera vista. Cuando ambos se conocieron en la Feria de Abril en Sevilla, en 1999, lo último que pensaron es que hoy celebrarían veinte años de casados. El entonces príncipe pensó que Máxima era una ‘paparazzi’ infiltrada porque estaba sacando fotos de la fiesta, y Máxima le miró como un neerlandés cascarrabias que se molesta por todo. «Fue un amor a tercera vista», bromeó Guillermo años después. “La verdad es que no me parecía nada simpático, pero eso ha cambiado”, reconoció Máxima.
Pudieron vivir algo más de una década alejados de las obligaciones del trono, pero en 2013 la reina Beatriz abdicó en Guillermo Alejandro para convertirlo en el jefe de Estado de Países Bajos. Y tampoco les fue nada mal. Los expertos los ven como “un buen equipo”, cada uno con sus responsabilidades, pero haciendo frente unidos a los momentos difíciles, como la muerte del hermano del rey, Friso, en una avalancha, o el suicidio de la hermana pequeña de Máxima, Inés.
Hoy son una familia real con tres hijas a las que han dado la mejor educación dentro de una posible ‘vida normal’, alejadas de las cámaras. Esa ha sido una de las conclusiones de una investigación publicada en diciembre. Ariane aún tiene 14 años y sigue viviendo con sus padres en palacio. Alexia se encuentra estudiando en Gales y la princesa heredera, Amalia, podría estar viajando por el mundo al haberse tomado un año sabático, antes de continuar con sus estudios.
La pareja ha gozado de una importante reputación desde su llegada al trono. Máxima ha sido el miembro más popular de la familia real desde su aterrizaje en La Haya. No solo por su buen humor y su naturalidad, sino también por su glamour, estilo y cercanía a la gente. Pero los errores de ambos en la pandemia, como su viaje a Grecia en plenas restricciones, les han pasado factura, presentándolos como una pareja que vive alejada de la realidad del resto de la sociedad.
Ambos se disculparon en un discurso televisado por esos errores, pero no está claro que la sociedad lo haya olvidado. Cuando todo parecía quedar atrás, la princesa Amalia celebró su 18 cumpleaños en diciembre en una fiesta con una veintena de personas en el jardín del palacio, mientras el resto de la población soplaba las velas en solitario por las restricciones. La popularidad de la familia real cayó en 2021 a mínimos históricos, y la esperanza está ahora en que su papel como símbolo de unidad nacional y pareja enamorada salve su imagen ante su pueblo.
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